Saturday, October 15, 2011

nadamas.

Y cuando las manos ardiendo en fuego se desprenden, se desenrollan, se manifiestan entre los estragos. Ella se quema a lo bonzo y no pasa nada por su cabeza o será simplemente que las pastillas afectan mas de lo que uno quisiera a la memoria, te la arrebata sin pedirte permiso y los días después desaparece la necesidad de aire. Camina sin sentido: calles, callejones escondidos. No existe nada más que sus manos rozando el viento. No hay más nada que la oscuridad y los rebotes.
Ella comienza a seguir los diferentes ángulos de la ciudad y se sumerge en un inerte ir y venir. Un suplicio de suspicacias y dolores de cabeza. Ya no quiere, ya no busca, ya simplemente el aire se escapa de su boca. La noche anterior era fría, la de hoy aun más.
El ir y venir latente. Ella viene y se va. Ella ya no tiene control de sus manos y simplemente se acurruca en un rincón. Cae rendida ante la droga y la locura.
Busca en sus manos respuestas y al levantarse se encuentra con el siempre amistoso vacío. Siempre pisándote los talones, llamándote, llamándote, llamándote al salto. Tirate a un hoyo, tirate y déjate caer. Disfrutando el impacto, siempre esperando la caída.
Entra por un pasillo oscuro busca su rostro en algunos espejos o vidrios rotos. No ocurre nada. El rojo de sus labios y el blanco de su piel se confunden con la lúgubre luz, con la inconsciente neblina del amanecer. Ya no reconoce la forma de su boca, sus pechos parecen ajenos y el olor de sus partes femeninas la sofoca sin darse cuenta. Se pudre por dentro, ya no es ella, es más bien otra. Otra tan pero tan parecida a ella que podrían ser gemelas. La forma de los ojos se desdibuja, no reconoce las manos de gemela porque están quemadas, porque las huellas ya no son huellas son un mapa sin sentido. La identidad ya no está y solo queda el vacío nuevamente, nuevamente la NADA.
De pronto sin darse cuenta se encuentra en una habitación cuadrada, redonda, escondida, separada, lúgubre, luminosa. Todo cambia tan rápido que ella simplemente, simplemente, simplemente no logra sacar ruido de su garganta. Enloquece. Ella perdió el control pero no por completo, bueno eso está por verse.
Ella quiere liberar sus manos. Ella quiere dejarlo todo. Ella ya no es más ella. Es más bien una nada, un ir y venir, un ir e ir, un ir por allá y por acá. Pero en realidad nunca existió.
Cada vez que llega la noche me dan ganas de llorar por ella. Miento es otra cosa. A veces se me escurre por la espalda el recuerdo de su llanto estridente, estridente de cabeza, de borracha de perdida inmediata de la memoria. A veces mi espina dorsal la recuerda posada en sus manos cuando aun era ella. A veces mis manos recorren todo lo impensable tratando de armarla de tierra, de cimientos que a mi también se me escapan. Y pierdo el aire y la memoria y los ruiditos de pasos. La ciudad se destruye ante ella o es ella simplemente. La ciudad se la come y la desangra bocanada tras bocanada hasta el último e ínfimo aliento. El cemente rojo absorbe la luz y todo se acaba.

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