Monday, November 06, 2006

Influencias de la infancia


A veces algunos cuentos calan tan hondo en parte de nosotros que no nos damos ni cuenta, quizás “La Señorita Cora” no significa nada en mi vida, pero en verdad esta tarde si lo significo era algo en las palabras que resumían hasta lo más precoz e inocente de nuestra mente, algo que ahondaba en lo que nunca quise revelar por más ganas que tuviese, ese cuento en el cual un adolescente que se creía grande fantaseaba con el amor de aquella mujer mayor, de esos 15 a 20 que nadie puede entender, que solo se deja fluir. Nadie imagina el sufrimiento del amor de infante, es algo de las entrañas indudablemente hormonal, sin una justificación lógica solo que el olor del cabello se mezcla con el sabor de la niñez.
Luego recorrí “Los Venenos” con algo de vergüenza y recelo despoje aquel jazmín del veneno inminente del engaño, de la traición de la sangre sobre la sangre y retrate mi propia infancia, disimulando amores con amistad, descubriendo partes intimas de mi forma de plantear los problemas y dilucidando poco a poco las sensaciones de lo que es la primera gotera del corazón. Aquel órgano que a medida que creces se endurece y se pone cada día más calculador.
Anacrónicamente intento comprender las palabras que J.C nos retrato y sin mucho disimulo me doy cuenta de que el sentimiento placentero no es la realidad que más bien son los miedos y las ofensas las que enloquecen a cualquiera, es lo onirico de la primera etapa que se pierde en el olvido de la madurez o más bien al presunta madurez.
Y ahora lejana y abstraída intento coordinar la mente con el sentir y me pierdo en la cruda realidad de Pablito escondido tras las sabanas y el pequeño niño dejando morir lo más preciado en aquel patio ajeno
Hay féminas que desencuadran el paisaje y yo quisiera tener cerca de mí o ser una señorita Cora en la vida de alguien más o simplemente una Lila jugando a las bolitas con el niño que nunca supo que decir.

Monday, September 18, 2006

Boooooooom!



[Comienza un milenio, salud, el siglo ha muerto, viva el siglo, la función sin embargo podría continuar. Cuando de pronto comprendí que el verdadero final estaba más haya del año, que los noticieros anunciaban aquel instantáneo termino del mundo. Que en esta Tierra hay más soledad que en cualquiera de las mil quinientas galaxias recién descubiertas. Malditas muertes cotidianas en la utopía camino a mi infierno privado, en los títeres enredados en sus verdades y en el riesgo del final de estos tiempos. Este es el principio de la era de la irresponsabilidad, aunque parecía que hasta aquí no había pasado nada, que las trampas de la memoria son infinitas y que si tuviera que cambiar algo sería el legado. En aquella cápsula anacrónica y desconcertada de nuestra era embutiría cada uno de los procesos, cambios, sueños y descubrimientos de mi rededor. Quizás entregaría hojas de otoño, películas infinitamente nombras y otras no tanto. Sonidos estereo y mp4, una botella rellena de inconciencia y sumisión. Posters de revolución, palabras desesperadas y búsqueda de justicia social. Mil trovas escritas en papel rojo y una de radiohead en papel de lata, como las melodías electrónicas que nos enseño la modernización. Un teléfono inalámbrico para ver si me contestan las preguntas mejor que con señales de humo. Carreteras tan anchas como mis ansias de volver a la niñez. Supernintendo, playstation y un ludo por si la electricidad se va. Supermercados, finales felices y sentidos infinitos. Una televisión de plasma, libre mercado, drogas de diseño y sentidos infinitos. Libros anecdóticos, mangas, novelas, revistas y cuentos de Cortázar. El genotipo de Jesús y la respuesta científica de que no existen las razas. Cuando de pronto suenen las bombas de aquel Apocalipsis cultural se podrá sentenciar a mi generación de tecnología y miedos innombrables e invisibles. Comienza un milenio, salud, el siglo ha muerto, viva el siglo, la función debe continuar.]

Sunday, September 17, 2006

El breve amor de J.C


Con qué tersa dulzura
me levanta del lecho en que soñaba
profundas plantaciones perfumadas,

me pasea los dedos por la piel y me dibuja
en le espacio, en vilo, hasta que el beso
se posa curvo y recurrente

para que a fuego lento empiece
la danza cadenciosa de la hoguera
tejiéndonos en ráfagas, en hélices,
ir y venir de un huracán de humo-

(¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo un anegarse entre cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos?)

J.C


Si me dicen salva el crepusculo... yo respondo... "Salvo el Crepusculo"... y juego buscando al gato que se pierde entre tanto verso, sonido, miedo y laberinto...